
Cómo es el día a día de los especialistas que trabajan en el Comando Operativo de Emergencia lograron que el Covid-19 esté controlado a tres meses del primer contagio
Fuente: La Capital
Cada hisopado que se hace en Rosario tiene, detrás, cuestiones abstractas y tangibles por igual: oportunidades, procesos, personas y muchas historias. De ahí se desprenden sensaciones entre los agentes de salud que, con su trabajo, ayudan a que la ciudad vaya por su segunda racha positiva con 11 días consecutivos sin casos, luego de haber estado 20 días seguidos sin nuevos contagios (del 26 de abril al 16 de mayo). El muro de contención lo forman trabajadores que, igual que el resto, tuvieron que reconfigurar sus vidas; lo conforman personas que día a día integran una cadena para que el virus no avance en la ciudad.
“Che, nos formamos toda la vida para este momento”, le salió de adentro a Mariano Mussi, epidemiólogo del Hospital Carrasco, el primer día de la pandemia al llegar a los consultorios externos.
La posibilidad de trabajar durante una pandemia es única para algunos profesionales, aunque Mariano espera hoy, a casi tres meses del primer caso, no repetir la situación: “Si bien te da una serie de estímulos y de desafíos, hay muchas personas que pueden sufrir”.
A unas 30 cuadras, los desafíos también se dan en el área de biología molecular del Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias (Cemar), donde se conocen los resultados de los análisis todos los días.
“Acá tenemos que trabajar con tranquilidad porque emitimos un resultado que incide en la vida de las personas. Los dos pilares son la bioseguridad y la calidad análitica”, dice el doctor en ciencias biológicas, Sergio Lejona, jefe del área.
Los hisopados que se realizan diariamente llegan a este sector que arranca temprano, a eso de las 6, y sigue sin descanso hasta las 21. Todos los días, menos los fines de semana y feriados: ahí hacen guardias rotativas de 10 horas diarias “completas e intensas”.
“El personal tiene que estar concentrado porque acá es donde se determinan exactamente los resultados”, dice Sergio, que llegó a trabajar 50 días de corrido desde el principio de la pandemia. La sección que dirige hace diagnósticos de muchas patologías, aunque “hoy resalta el Sars-CoV-2, o Covid-19”.
El doctor ya pasó por una pandemia en el laboratorio del Cemar. En 2009, el Ministerio de Salud provincial lo mandó al Instituto Malbrán por un día (aunque terminaron siendo cuatro jornadas) para capacitarse y traer los conocimientos sobre el diagnóstico de la gripe A (H1N1): “Fue el primer gran desafío donde generamos experiencias para saber cómo era el abordaje, a nivel diagnóstico, de estas patologías que son pandémicas”.
Siempre escuchando
Pareciera que la pandemia puso todo contrarreloj para buscar una solución inmediata, en un mundo que se acostumbró mal a la inmediatez. Y en ese mismo mundo, los agentes de salud que forman parte de la red que trabaja en la ciudad siempre tienen un poco de tiempo extra para vincularse con los pacientes.
“El poder de escuchar y contener es el camino”, afirma la epidemióloga María Inés Elliff, coordinadora junto a Mariano de los consultorios dedicados al tratamiento del coronavirus en el Carrasco, a quien le cuesta el distanciamiento con las personas que atiende: en el día a día, sabe que todo cambia cuando “a un paciente le das un abrazo, le das la mano como corresponde o le das un beso”.
Mariano dice que “el objetivo primario” de los agentes de salud “es que el paciente entienda qué es lo que le está pasando”, y María Inés, completa: “Es el mayor desafío que uno tiene en la salud pública. Todos tienen derecho a entender”.
Empatizar con los pacientes se resignificó desde que los médicos están cubiertos por camisolines, máscaras, barbijos y anteojeras. “Se explica que con la toma de la muestra no se define una gravedad, sino que es un acto de salud pública”, afirma Mariano.
En caso de que un hisopado dé positivo, la escucha se extiende a la red de seguimientos que se conformó desde el área de Epidemiología de la ciudad, quienes conocen los territorios desde hace años y, ahora, siguen los vínculos por teléfono.
Los últimos casos no se expandieron, en buena parte, por eso: el abordaje a tiempo y el seguimiento de los movimientos de la persona para cortar la línea de contagios y el saber qué pasa en el terreno.
“Recibimos los casos, evaluamos la información que tenemos, contactamos con el caso y delineamos la trazabilidad de los contactos”, detalla Patricia Mazzei, licenciada en enfermería y formada en epidemiología. Antes de la pandemia, la coordinación del registro de casos de cáncer en la ciudad ocupaba toda su agenda, y ahora le sumó el seguimiento de pacientes con Covid-19.
Reconfiguración y sensaciones
La pandemia modificó, entre otras muchas cosas, las estructuras de trabajo. Algo que también le pasó al médico emergentólogo Juan Becerra, director general de Servicios de Salud municipales en la vieja normalidad y coordinador del Comando Operativo de Emergencia en Salud (COE Salud) en la actualidad, cargo que inauguró junto con la llegada de la pandemia.
“Empezamos a nutrirnos de información a fines de febrero. Sobre todo, de otros países que venían con el coronavirus ya instalado”, cuenta sobre cómo, en el plano de la gestión, procesaron datos y reportes para contextualizarlos con la ciudad y la provincia en esta parte específica del año y, así, sacarles provecho y no perder tiempo.
A la parte técnica, Patricia también resalta la importancia de los vínculos con los pacientes, que llevan tiempo, sensibilidad y empatía: “Los casos se pudieron delimitar por el seguimiento diario y continuo, es fundamental la escucha y el acompañamiento. Esta es una enfermedad nueva y muchos se llenaron de miedo e interrogantes”.
La noción del tiempo es lo primero que se pierde entre tanto trabajo, asegura Juan. Y si bien estar ligado directamente con cuestiones que están en el centro de la escena todo el tiempo es desgastante por momentos, también revaloriza otras cuestiones, por más chiquitas que sean, que vienen bien para volver un poco a tierra.
Juan cuenta: “Hacía mucha actividad física antes de la pandemia, y con todo esto me sumé muchísimas horas de trabajo y sin poder salir. Por eso, si tengo que recorrer un hospital o ir al hipódromo (donde está el centro de aislamiento), salgo 10 minutos antes y voy en bici”.
También trata de estar con sus hijos por la noche y hacer alguna tarea con ellos, a pesar de que las jornadas del comienzo de la pandemia fueron más largas y lo encontraron, en algunas ocasiones, constatando que todo esté en orden en días y horarios inusuales. “Los primeros días fueron complejos porque llegás con un nivel de tensión muy alto. Me quedaba dormido sentado”, recuerda.
Sergio, corrido un momento de la concentración máxima que tienen él y el equipo en el laboratorio del Cemar, asegura: “La vida de todos, incluso las nuestras, cambiaron después del Covid. Somos personas y no estamos ajenos a todo lo que pasa. No ver a mi viejo, no juntarme a comer un asado; uno emocionalmente puede racionalizar esas cosas, pero íntimamente lo sentís”.
A su vez, Patricia dice que si bien el trabajo es incesante, lo importante también son los descansos, ya que el objetivo es “cuidarse para poder seguir cuidando”.
Unión y sensibilidad
En el grupo de WhatsApp que reúne al personal de la salud del Carrasco hay contención de emociones y mucho estudio: se formó, entre los agentes de salud, un grupo que analiza, internamente, cada información (o desinformación) que llega para constatar si es verdadera o no para sumar conocimientos.
“Nos sentamos a estudiar colectivamente para definir cada una de las noticias falsas que nos llegan, y si tiene fundamentos científicos o no”, cuenta Mariano. Por su parte, Patricia resalta la organización en la red de seguimientos, donde además de ella muchos tuvieron que cambiar sus tareas habituales, y la colaboración en este momento distinto a cualquier otro: “Somos equipos de trabajo que nos amalgamamos ante esto”.
Sin vueltas, Juan agrega: “Hay una lógica de trabajo que es la que me motiva y un equipo muy sensible para trabajar. Muy capaz y sensible”.
María Inés, Mariano, Juan, Sergio y Patricia son apenas una parte de un equipo que espera, como el resto, el momento adecuado para abrazar, estrechar manos y tratar de reacomodar la agenda. Mientras tanto, siguen trabajando todos los días para que Rosario siga bien posicionado y contenido ante el coronavirus.
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