abril 24, 2024

Radio Gran Rosario

FM 88.9 MHZ.

Opinión. Civilización y Barbarie

Columna de opinión

 

Por Fabián Di Nucci

En CABA hay 1.100 muertos Covid 19 por millón.
Le sigue la provincia de Jujuy con 356, y más atrás la provincia de Buenos Aires con 326, ambas con enormes bolsones de pobreza estructural, a diferencia de la capital, que posee el PBI per cápita más alto del país, el mayor desarrollo edilicio, la mayor red de agua potable, el mayor sistema cloacal, y quizás la mejor y más extensa red de salud público-privada de la Argentina.
No hace falta decir que todos aportamos a esa grandeza, en general a costa de la nuestra.
Entre otros índices superiores y records nacionales, CABA ostenta también la mayor densidad por millón de individuos anticuarentena, libertarios y teóricos de las aperturas.
Tierra fértil, hummus del ombligo, allí se reproducen más que el virus e incluso mutan, alternando el “no existe” con la “inmunidad del rebaño”, y ensayaron el “de algo hay que morir” adaptándolo al “que mueran los que tengan que morirse” obra del pensador perezoso, y cuestionaron sin excepción cada medida que tomó el gobierno, convocando paneles interdisciplinarios con opinólogos disfrazadas para la ocasión: si médico con su chaqueta, si estadístico con ábaco, si infectólogo con su probeta.
Llevan haciéndolo cinco meses, primero con cautela, calentando motores, luego pasaron al gesto descreído y la mueca socarrona, para llegar al sabotaje explícito y terminar pronosticando diezmiles con puños apretados.
No hace falta ser un Sherlock Holmes para darse cuenta ni basta con ser un mamerto para negarlo. Se requiere, sobre todo, cierta complicidad.
Próceres de frente diversos como Bullrich, Feinmann, Etchetcopar, Lanata, Casero, Iglesias, Sebreli, Cristina Pérez y Canosa, por nombrar lxs más activxs, sin olvidar pequeños monstruos como Milei o Espert, son los que más bregaron por este feliz presente. Muchos de ellos contagiados por “hacer los mandados”, y a veces pasándola mal.
El famoso pico lo alcanzó el pornográfico y explícito Diego Leuco con su puñito, pero aclaró oscureciendo, por si hacía falta.
Es de suponer que a todos nos avergüenza pero no conviene confiarse, porque se sabe que esta gente muere (y sobre todo, mata) por tan nobles ideales.
Dispuestos y exuberantes, saltearon todo, exigieron aperturas, relativizaron el distanciamiento y la cordura.
Humildes como son, no quieren arrogarse el resultado y pretenden compartirlo, con una generosidad desconocida, propia de los viejos buenos tiempos cuando campeaba lo bueno que era “todo lo que pudimos hacer juntos”.