Dolor, llanto, súplicas y un nunca más repetido en Rosario. Avanza la investigación para dar con los homicidas del muchacho de 34 años
Por La Capital
Fue una marcha de la bronca. Del hartazgo. De la furia. Con un duro reclamo a los poderes públicos. El asesinato de Joaquín Pérez destapó la olla a presión en la que viven los rosarinos y que anoche saltó por los aires. Más de tres mil vecinos de distintos puntos de la ciudad se concentraron en Juan B. Justo y bulevar Rondeau, a unos 70 metros de la casa donde se crió y frente a la cual murió asesinado Joaquín Pérez, el arquitecto de 34 años y padre de una niña de 2 años baleado la noche del martes cuando le robaron el auto. Hubo insultos y pedidos de renuncia para todo el arco político, jueces, fiscales y cada funcionario que la gente recordó.
“Den la cara, hagan algo”, fue parte del reclamo. “Que no haya más Joaquín Pérez en esta ciudad. Que den la cara los políticos, que hagan algo los jueces, ayuden al pueblo. ¡Traidores de la patria! A mí me ayudaron más los vecinos que los políticos”, indicó Leandro, el hermano de Joaquín, quien a último momento decidió sumarse a la marcha con su cuñada Indiana, de 29 años, quien era pareja de la víctima desde que cursaban la escuela secundaria y con quien fueron padres de una niña que hoy tiene 2 años.
Para la familia y los amigos de Joaquín fue otro día de dolor sostenido e inexplicable. Mientras el poder político trataba de esquivar las esquirlas por el asesinato, ellos emprendieron el doloroso camino de la despedida. Tras la autopsia realizada la noche del miércoles, ayer le dieron la última despedida pocos minutos antes de las 14 cuando fue sepultado en El Salvador.
Cinco horas más tarde los vecinos cortaron bulevar Rondeau y Juan B. Justo, allí donde los canteros dan paso al metrobus de avenida Alberdi. En silencio y con un perfil bajo se instalaron Indiana, su hermano y Leandro junto a una bandera negra que rezaba “Justicia por Joaquín”.
El corte comenzó con 300 vecinos y menos de media hora después fue una manifestación con más de tres mil almas.
Otras voces, otras víctimas
Como en toda marcha del dolor hubo familiares de víctimas de otros homicidios con el rostro de sus hijos estampados en sus remeras. Estaba Carlos Orellano, el papá de “Bocacha” (muerto en el boliche Ming River el 24 de febrero de 2020). La madre de Gonzalo Molina (asesinado la madrugada del 6 de febrero pasado en Garibaldi al 3700), quien le pidió al cronista “poner que mañana marchamos al Centro de Justicia Penal a las 10.30 porque no tuvimos novedades aún”. Parientes del taxista Fernando Groia (muerto el 30 de abril de 2017 en Amenábar entre Callao y Rodríguez), cuyo cuñado protestó porque “el asesino está libre y nunca tuvimos un avance en la causa”. Y la mamá de Jonatan Plantes (ultimado junto a su padre el 29 de febrero de 2020 en el cruce de los Pasajes 516 y 509 del barrio 17 de Agosto).
También estaban representantes de las “Vecinales rosarinas unidas por la seguridad” como la Doctor Fontanarrosa, la de barrio Libertad y la de Larrea entre otras. “Nosotros venimos de barrio Larrea porque ya no se puede vivir entre la droga, los robos y las balaceras”, explicó una referente barrial.
Los compañeros y amigos de Joaquín que pasaban junto a él algunas horas en el gimnasio Olimpia, donde el arquitecto hacía musculación, fueron con remeras blancas para homenajearlo. Y decenas de vecinos independientes llegados de los barrios Lisandro de La Torre, Arroyito, Alberdi y otros cercanos también dijeron presente. En la multitud hubo adultos mayores, jóvenes con sus hijos en cochecitos y adolescentes del barrio. Cada uno de ellos documentaba con su celular lo que sucedía y pedían un nunca más.
El primer aplauso marcó el ritmo del reclamo. El segundo, fue exigiendo la presencia de políticos para que den la cara, y a partir del tercero cada cántico estuvo dedicado con un coro de insultos. Hubo para todos los colores partidarios. Todo en medio de aplausos, el retumbar de las cacerolas, insultos y gritos de gargantas enrojecidas. Fue una marcha de la bronca en la que no se podía visualizar un poco de fe, de esperanza en que la realidad pueda ser transformada. Ninguno de los vecinos que se convocaron exigían nada más que tener una vida mejor.
Que hagan algo
Saliendo de la tónica del cántico “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, una vecina paró la pelota y dijo: “No queremos que se vayan todos, queremos que hagan algo. Esto es una democracia y los legisladores fueron elegidos para legislar, que hagan algo”, sostuvo mientras otra destacaba las cualidades de Joaquín y remarcaba: “Le pasó a él pero pudo ser cualquiera, esto le puede pasar a cualquiera de nosotros en cualquier momento”.
“Joaquín era una buena persona. Pero no lo digo porque lo hayan asesinado tan vilmente. Era una buena persona. Un laburante. Un buen padre. Debería haber miles de Joaquines y el mundo sería mejor. El problema acá es que la gente ya no se traga el humo. Soy chofer de colectivos. Ando en la calle todo el día. Los federales que llegaron a Rosario vienen por la droga. No llegan para que tengamos una vida mejor. El que tenga un poco de plata o un mango en el bolsillo, se tiene que ir de esta ciudad”, contó un vecino de la cuadra donde vivía Joaquín mientras llevaba a cocoyito a su hija de tres o cuatro años.
La relevancia de la marcha la es que varios canales de cadenas de noticias de Buenos Aires (TN, C5N, LN+, Crónica) le dieron aire a la protesta con diferentes improntas y en horario prime time. “Olé, olé olá, si este no es el pueblo, el pueblo donde está”, cantaban vecinos enardecidos de hartazgo. También hubo espacio para el himno, con el “o juremos con gloria morir” entonado como en el final de la vida. Y carteles impresos o escritos a manos alzada: “No es la pobreza, ni el desempleo. Es la falta de decisión política”; “Los gobiernos nos dejaron solos. Son cómplices”. “En Fisherton también te matan”; “Nos están matando y ningún político da la cara”.
En un momento un nutrido grupo de manifestantes trasladó la protesta a las puertas de la comisaría 9ª, en Joaquín V. González 950. Allí los nombres y los insultos se repitieron. Hace más de 50 años Miguel Cantilo y Jorge Durietz cantaron como “Pedro y Pablo”: “Bronca porque matan con descaro/pero nunca nada queda claro/bronca porque roba el asaltante/pero también roba el gobernante”. Una música que anoche tuvo su reedición, aunque con coros de insultos a su alrededor.
Más historias
A La Siberia llegan cada vez menos colectivos y se multiplican las quejas
Sabores del Mundo: cuatro días para comer los mejores platos de las colectividades
Calle San Luis subió un 9% en ventas y lanza una bolsa de empleo